No cabe duda de que con nuestras acciones de cada día vamos
forjando nuestro propio destino. El día del parto de una mujer indígena
mandaron llamar a una comadrona con fama de bruja, la cual ayudó a que la
hermosa niña que llevaba en el vientre naciera sin ninguna complicación; sin
embargo la bruja dijo: “Cuando crezca, esta niña será reclamada por Dios y por
el Diablo”. La familia no escuchó tal presagio y los años pasaron. En el
cumpleaños número 15 de esa niña a la que llamaron Clara se había convertido en
una bellísima joven, tan bella que se decía que era la mujer más linda de la
Nueva España. El mismo dé de su cumpleaños llegaron unas monjas a la casa de
esa familia ofreciendo llevarse a la joven a un convento para su educación y
sobre todo, para inculcarle el temor a Dios y a sus castigos a que se hacían
merecedores quienes no cumplieran sus
leyes, ya que la hermosa joven tenía fama de déspota. Los jóvenes le
preguntaron si quería ser internada en un convento, a lo que ella respondió: “Sólo
las feas y las infelices deben de estar encerradas”. Los padres se propusieron
casar a la joven y ella puso como condición que cada caballero que la fuera a
pedir tenía que batirse en duelo para alcanzar los favores de su corazón y
desposarla, claro que esto no fue complicado, pues decenas de caballeros
murieron en duelos y ella no se decidía por nadie. En su cumpleaños 16, al
llegar la noche, la joven escuchó los cascos de un caballo llegar hasta donde
estaba su balcón, acto seguido se escuchó una bella melodía, fue entonces
cuando se sintió atraída a asomarse. Se sorprendió cuando distinguió a un
hermoso caballero que jamás había visto, él había llevado aquella serenata y
estaba al pendiente de la joven con una rosa en la mano. Pasaron los días y el
apuesto caballero iba cada noche a ver a la bella joven, quien ya para ese
entonces estaba enamorada del hermoso mancebo, quien le pidió que huyera con él
a la noche siguiente a lo que ella aceptó. Así el caballero llegó a la hora de
costumbre, Clara ya lo estaba esperando con equipaje en mano, bajó
sigilosamente por la ventana y montando en el caballo de su enamorado salieron
de la Ciudad de México.
En el camino, la joven iba acariciando la mano de su
enamorado cuando de pronto la sintió llena de bello y al verla, notó que no
sólo estaba llena de pelo sino que además tenía unas largas uñas, al voltear a
ver al joven, horrorizada miró que se trataba del demonio. Nunca se volvió a
saber nada de la joven, pero se dice que a los pocos días de haberse ido se
encontró en un paraje cercano a una mujer con la cara totalmente desfigurada.
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