San Blas es un puerto ubicado a 69 km al noroeste
de Tepic, fundado en el siglo XVII y de ahí partían innumerables expediciones
además de ser un refugio de piratas. Sin embargo en esta ocasión vamos a
enfocarnos a una historia de amor que se entretejió en el siglo pasado. Un par
de jóvenes se enamoran a muy temprana edad, pero su forma tan precaria de vida
les impedía unirse. Por ello él tomó la decisión de ir en busca de fortuna. Una
tarde, cuando las olas inquietas cubrían los tobillos de la joven, ésta
despidió a su amado con todo el dolor de su corazón algo había en el ambiente que
no acababa de agradarle, pero él la convenció de que pronto estarían juntos.
Ella lloró su partida, y todos los días esperaba su
regreso, pero los meses pasaron y no había barco que le devolviera a su amado.
Llevaba el mismo vestido por si él volviera no se fuera a equivocar; miles de
lunas la vieron llorar, porque siempre estaba en el muelle esperando.
Años después, un amigo del joven, al verla, se acercó
y le sugirió que no esperara más, pues de acuerdo con lo que había visto, el
barco en el que viajaba se había hundido en el mar, no sin antes haberle
permitido vivir con otra mujer. Sin embargo ella no creyó ni una sola palabra y
siguió esperando la promesa del joven, pues no concebía la idea de que se
encontraba ante el amparo del olvido.
A partir de entonces, todos la creyeron loca e
intentaron encerrarla en el manicomio, pero nadie la pudo separar del mar. La
mujer estaba convencida de que algún día aquel hombre que había partido
regresaría y ella quería estar allí para esperarlo. Por supuesto esto jamás
sucedió, pues las palabras de aquel amigo eran tan ciertas como el oleaje tan
peligroso que se acercaba; trataron de convencerla de que se apartara del mar,
pero nada valió, sus cabellos se habían encanecido y hasta pareciera que sus
pies habían echado raíz en aquel sitio. Murió cuando una fuerte ola la arrastró
devolviendo su cuerpo a la arena.
El sepelio estuvo lleno de cariño, desconcierto y
hasta morbo por parte de todos aquellos que la habían visto siempre parada en
el puerto de San Blass. Pasaron los días y una noche de luna llena, cuando las
olas del mar volvieron a estar alborotadas y la neblina se hizo presente en el
puerto, un marinero vio la silueta de una mujer; cuando se acercó a ella pudo
notar que su cuerpo era transparente, en su rostro tenía el semblante triste,
pero sereno. El hombre fue a avisar a todos los que estaban pasando, aunque
nadie se extrañó, porque bien dicen que los muertos vuelven de sus tumbas
cuando hay algo que les perturba y es evidente que el regreso de su amado aún
sigue siendo parte de sus planes, tanto, que se le ha olvidado que lleva más de
un siglo muerta o quizás todo este tiempo no se ha dado cuenta que lo está.
La dama del muelle de San Blass o del puerto como
muchos han llamado a la historia, ha servido de inspiración hasta de canciones
y nadie que vaya a visitar el lugar sale de allí sin haber escuchado antes la
extraordinaria leyenda; pero si usted visita el puerto los días de luna llena,
sin duda verá a lo lejos la silueta de una mujer que todavía se encuentra en
espera.
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